El espacio inconmensurable, la quietud ingrávida del espacio, el silencio espacial impenetrable. Su corazón solitario guía las manos sobre los controles indescifrables. La nave se interna en una masa negra inexplicable, como atraída se deja llevar. Y es inhumana la forma de sufrir de Luis, el experto piloto que sin más sucumbirá. Su rostro inmutable presencia el fin de su viaje; y de su vida. Pero algo inesperado, como puede ser una repentina baja en la potencia de sus magnetos especiales, impide que la nave desaparezca. Increíblemente confiado, suspira aliviado y redescubre cuanto le gustan esos momentos en los que cree respirar por última vez. Deja atrás la mortal oscuridad y programa su nave hacia la ineludible estación de descanso. Desciende y, sin inconvenientes, conquista a una criatura galáctica. Ella creyó irreconocible la figura de Luis, de tal manera que al principio de la conquista, ella prefirió no ser conquistada. Pero Luis, con su inmensa galantería, siempre supo como debilitar la guardia de jóvenes celestes. Lo despertó una alarma inaudible para los demás. Era el llamado de su superior inmediato, quien inmutable le ordenaba tomar por sorpresa la base enemiga, en un planeta lejano. Una vez más, Luis no tuvo otra opción que correr hacia su irremediable destino.
por Humberto Albertini